Me gustan las palabras, me encanta jugar con ellas, me gustan los dobles sentidos, las parábolas y las metáforas que construyen, no me gustan los rodeos, pero si los adornos, amo el caos pacifista y detesto el orden bélico, tolero a los intolerantes hasta que van mas allá del pensamiento, no me gusta hacer planes porque temo que estos se vean truncados, mi búsqueda es la del placer inmediato porque me parece el mayor riesgo no arriesgar, no comprendo a aquellos que no tienen curiosidad, no entiendo como se puede perder la curiosidad sin perder la vida, no congenio bien con quien no se pregunta nada trascendente por el hecho de no ser práctico, me gusta la intriga, me gustan las causas perdidas, prefiero una verdad dolorosa que una mentira piadosa, no me gusta que me den consejos, trato de evitar problemas con el prójimo pero siempre digo lo que pienso, si me atacan me defiendo, y aun así, siempre y en todo lugar... la única guerra que libro es contra mi mismo.

30 de septiembre de 2015

La vivienda en propiedad del proletario es la trinchera ideológica del burgués.

No es necesario nacionalizar la casa de nadie para construir una sociedad comunista, pero en realidad, aunque la gente no se haya parado a pensarlo, se viviría mejor y se pagaría menos por vivir si las viviendas fuesen del Estado.
Dar a los trabajadores la posibilidad de acceder a una vivienda en propiedad tiene dos funciones principales y ninguna de ellas va en favor de la revolución. Por un lado se consigue mantenerlos endeudados con la banca, para convertirlos así en trabajadores dóciles, pues un trabajador que tiene deudas será capaz de aceptar unas peores condiciones laborales, y al mismo tiempo al darles la posibilidad de tener una propiedad que ni siquiera van a poder explotar como medio de producción se consigue que paradojicamente dichos trabajadores se conviertan en fervientes defensores de la propiedad privada incluso en los medios de producción.
Al trabajador le dejan tener un piso de 70 metros cuadrados y en aras de enarbolar la defensa de su pequeña propiedad, santifica el concepto de propiedad privada en general, concepto que da soporte ideológico a la gran empresa del Ibex, la finca del terrateniente, y el pazo del aristócrata.
Esta forma de pensar por parte del proletario forma parte de un sesgo cognitivo[1] que el capitalismo ha potenciado en nuestras mentes, llamado "Aversión a la desposesión" o "Aversión a la pérdida"(endowment effect), es la tendencia a preferir evitar las pérdidas antes que la posibilidad de adquirir ganancias, de forma que, se demandará más para renunciar a un objeto de lo que se estaría dispuesto a pagar para adquirirlo. Si se colectivizasen las propiedades, la clase trabajadora saldría ganando, porque la clase obrera tiene poco que perder en comparación con lo que tiene que ganar. El capitalismo permite tener una casa en propiedad al proletariado, y a cambio este se convierte en un fiero defensor del principal concepto que sustenta la economía de mercado, la propiedad privada.
En realidad sería mucho mejor para todos que el parqué de viviendas lo gestionase el Estado, podriamos vivir de alquiler por muy poco dinero al mes. En la URSS el alquiler de un piso de 90 metros en Moscú en los años 70 le costaba a un trabajador alrededor de un 6% de sus ingresos mensuales. De esta forma se podría conseguir abaratar el precio de la vivienda y tambien desincentivar la defensa del concepto de propiedad privada por parte del proletariado.

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